Mientras se discurría
por las aguas siniestras del pasaje 23, las ventanas explotaban como gritos
certeros que dejan frío al blanco, y sin esperar más, el infante con su pañal
de acero corrió hasta defender lo que creía que era bueno, su biberón de 2
metros. Los adultos salieron a alejarlo de aquél tormentoso sueño, pero era
inevitable, un infante cauteloso y certero le había dicho adiós a ser un adulto
racional y sin sueños.
3 comentarios:
Muy buena la reflexión a la que lleva el texto. Cortito pero muy intenso. Un saludo.
Deja de tener el alma sucia,
El hombre es bueno por natura-
No golpeés más la puerta.
No es cuenta que te puede pasar a ti
wuauaa me gusto la refleccion
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